A menudo escuchamos: mi mente dice una cosa, mi corazón dice otra, ¿a cuál debo hacer caso? Por supuesto, sería bueno seguir la llamada del corazón, pero la mayoría de las veces lo más difícil es saber exactamente cuál es la voz del corazón y cuál la de la mente. La táctica favorita del ego es hacer que los deseos egoístas parezcan deseos profundos del alma utilizando el razonamiento. Se necesita práctica y experiencia para escuchar la diferencia entre las dos voces. Hay que mejorar la audición con la práctica regular. Mientras la práctica continúe y sigas confundiendo a veces las dos voces, está bien ceder a los deseos del ego. Esto también tiene un papel que desempeñar en el camino de tu vida. Seguir los deseos del ego también te pone en situaciones vitales que te proporcionan experiencias beneficiosas para el desarrollo de tu ser. No siempre son experiencias agradables, y a veces bastante decepcionantes. Pero los que viven en ilusiones se desilusionarán tarde o temprano, para poder vivir finalmente en la verdad. Hasta que no hayamos desarrollado el misterioso órgano de los sentidos con el que podemos escuchar los deseos del alma, es mejor seguir nuestros propios deseos, aunque sean los del ego, en lugar de imitar a los demás o hacer lo que otros creen que debemos hacer. Esa actitud sólo produce experiencias que nos sirven de muy poco. Es en gran medida una pérdida de tiempo. Por supuesto, esto no significa que la opinión de otra persona sea necesariamente diferente de la que nosotros sentimos. Puede ser que los buenos consejos que recibimos de otra persona estén en sintonía con nuestros deseos más profundos y anímicos. Es que hay que comprobarlo mediante una profunda introspección. Así que lo mejor es aprender a fondo el método de la introspección, el arte de asomarse a los misterios de nuestra propia alma. Porque sólo a través de la conciencia del alma podemos descubrir nuestros deseos más profundos y verdaderos, que siempre están en perfecta armonía con la voluntad divina. Y si los seguimos, no podemos equivocarnos.